miércoles, 7 de agosto de 2013

A media noche








Era una noche de luna nueva, no se veía nada. Si observabas el cielo podrías contemplar la dulce y bella vía láctea. Yo, iba andando sola por las calles oscuras de un pequeño pueblo.
No sé por qué había salido a aquellas altas  horas de la noche, lo que si sé, es que por una extraña sensación creía que  mi dormitorio era inseguro. Sentía que alguien  estaba ahí, observando cada suspiro, movimiento… Entonces me levanté, me vestí y me encaminé hacia la entrada de mi casa.
 Vagabundeé por el pueblo con la certeza de que alguien o algo me seguía, escuché pasos detrás de mí  y comencé a correr. Noté que esos pasos aligeraban y de repente choqué con el pecho  de un muchacho, alcé la vista, y vi sus ojos azules observándome con un ligero toque de preocupación. Nos quedamos un buen rato mirándonos, como si nada hubiera en nuestro  alrededor nada más que él y yo, en esa callejuela. Sin mediar palabra me besó dulcemente, entonces yo me acordé que huía de algo.  Luego, me miró a los ojos y me dijo que no me preocupara que aquel que me perseguía estaba muerto.
Yo me giré y efectivamente había un hombre tendido en el suelo. Volví de  nuevo la cabeza hacia esos ojos azules, y estos y su dueño ya habían desaparecido, luego asustada   miré hacia donde se encontraba  el cadáver, éste  ya no estaba.



María Ángeles Romero